No todos los factores que influyen en el riesgo de obesidad son modificables (por ejemplo, el condicionante genético o algunos factores ambientales), pero hay muchas acciones que pueden emprenderse desde edades muy tempranas. Algunas son acciones individuales o familiares y otras competen a todos los actores sociales, incluyendo medios de comunicación, la escuela o las administraciones públicas.
Moreno señala algunas acciones, debiendo los padres servir de ejemplo de estas:
Comer de forma más saludable:
- Más frutas y verduras y cereal integral poco procesado.
- Controlar el tamaño de las raciones.
- Tener orden en las comidas. Evitar el picoteo y sentarse todos juntos a comer cuantas más veces mejor.
- Evitar o limitar los alimentos calóricos con bajo interés nutricional: chuches, bollería industrial y refrescos azucarados.
Más actividad física:
- Un máximo de 1 o 2 horas al día ante una pantalla, tableta, ordenador, etcétera.
- Recuperar los juegos al aire libre.
- En los niños más mayores, al menos una hora diaria de actividad física intensa.
- Ir al cole caminando o en bici.
La Comisión Europea ha aprobado un nuevo reglamento, que se aplicará a partir del 2 de abril de 2021, en el que se fija el límite máximo de grasas trans que pueden contener los alimentos de la Unión Europea. Así, la cantidad máxima fijada es de 2 gramos de grasas trans por 100 gramos de grasa contenidos en los alimentos de distribución al por menor y los destinados al consumidor final.
¿Medidas como la mencionada ayudarán a la prevención de la obesidad infantil? “Esta en concreto tiene poca influencia sobre el riesgo de obesidad y más sobre el riesgo cardiovascular, pero es cierto que algunas medidas legislativas -comedores escolares, máquinas de venta en centros escolares e impuestos sobre bebidas azucaradas- pueden influir en la modificación de los hábitos en niños y adolescentes”, responde Moreno.
¿Cuánto de importante es el desayuno?
El desayuno es la comida que marca la pauta del día, actúa como el reloj o, mejor, como el despertador de los ciclos de hambre y saciedad sobre los que se basa la alimentación en el ser humano. No siendo la comida principal del día, proporciona con un grupo pequeño de alimentos una buena cantidad de nutrientes.
Por estas razones, se ha asociado la ausencia de desayuno a un riesgo más incrementado de desarrollar obesidad en el niño y en el adolescente. Se estima que el riesgo de sobrepeso u obesidad es un 20 por ciento superior en los individuos que no desayunan, cuando se comparan con sus pares, y se tienen en cuenta factores como estrato socioeconómico, nivel de estudios de los padres, etcétera. “Viendo el cuadro por el reverso: hacer un desayuno diario completo disminuye el riesgo de desarrollar obesidad”, destaca el pediatra
Fuente: cuidateplus.marca.com